Más de 50 años en la Asamblea Legislativa, conoce la historia de Miriam Sánchez

Prensa Senado | Jue, 07/11/2019 - 19:19 | Social
Nacida en La Paz  el  18 de febrero de 1949, Blanca Miriam Sánchez Touchard,  sin ser servidora pública, llega sin falta cada mañana a instalaciones de la Asamblea Legislativa Plurinacional desde hace más de 50 años. Asegura que cuando llegó, en la época de los ‘60 durante la presidencia de René Barrientos Ortuño, el Congreso era igual que ahora: “toda la vida ha sido igual desde que yo conozco”, aunque recuerda episodios protagonizados por monjas, al principio de sus visitas.
 
Gran observadora y testigo de los sucesos que acontecen en la Asamblea, vio transitar a un sinfín de autoridades, entre Presidentes de la República, parlamentarios y funcionarios, por quienes es llamada cariñosamente como “La Awicha del Senado”.
 
Caracterizada por utilizar un sombrero de tela de color beige y ponchos de distintos colores, llega a la Asamblea, saluda a todos aquellos a los que considera sus amigos. Se dirige lentamente hacia el Hall de la Cámara de Senadores, donde tiene ubicada una silla de plástico. En ella se sienta a tomar el sol y en ocasiones a escuchar la música que más le gusta.
Miriam, padece las secuelas de una parálisis infantil, más conocida como Poliomielitis. Por ello, tiene la mitad del cuerpo adormecido y maneja con mucha dificultad la parte derecha del mismo. Nos  cuenta que se sometió a dos operaciones, una en la cabeza y otra en la columna, para poder mejorar su condición.
 
Dice pasar por muchos suplicios para transportarse todos los días, porque no siempre los vehículos del servicio público quieren trasladarla desde Sopocachi, donde ella habita, hasta el centro paceño.
 
Comenta que antes vivía en Ciudad Satélite, en El Alto, en una casa que fue comprada por sus hermanos gracias a la colaboración del presidente Barrientos que le regaló 20 mil dólares. Posteriormente, se trasladó al barrio de Sopocachi tras la venta de su casa y la compra de un departamento en la calle Ecuador y pasaje Quito, que es utilizado por su hermana también como depósito para guardar sus muebles.
 
Allí, en soledad pasa sus tardes, sus noches, y sus fines de semana, con la única compañía de su televisor y de su radio. 
 
Asegura que se “desespera” para que sea un nuevo día laboral y volver a su habitual rutina, donde conoció a gente muy buena, y otra no tanto, ya que dice que siempre fue discriminada por su discapacidad y que en alguna ocasión incluso fue impedida de ingresar a estas instalaciones.
 
A pesar de ello, Miriam perseveró en su intención y logró que se le abran nuevamente las puertas de este ente legislativo, donde muchas personas le colaboran con algo de dinero para que compre comida y cosas que le gusta.
 
Asegura que ese es su sustento, además de un bono mensual de 700 bolivianos, que le permite comprar algo de indumentaria cada dos o tres meses y con mucho orgullo cuenta que pudo comprarse una lavadora con la colaboración de muchos senadores que aportaron a una campaña que ella misma impulsó diariamente.
 
De su familia no habla mucho; confiesa que es soltera, que tiene ocho hermanos y es la mayor de las mujeres; el mayor de los varones falleció hace ya varios años, nos cuenta.
 
“¡Que me dé la muerte, ya no puedo más!”, dice con la voz quebrantada. Pero al poco tiempo recupera las fuerzas y así, cuando el reloj marca las 15.00 horas, Miriam emprende la retirada tras concluir una nueva jornada en la Asamblea. Y con el buen ánimo que la caracteriza, se despide con un efusivo “chau” de todo cuanto servidor público se le atraviesa en el camino.
 
Un homenaje cariñoso para nuestra querida “senadora” Miriam, la que nunca falta ni pide licencia.